6.45 Escala Richter en tantito alrededor del minuto. 19,47 horas del último huso de occidente de la tarde noche del Sábado. En mangas de las previas, aquel tiempo menos pensado de las cosas, ese horario desactivado antes que el umppluged del domingo. Epicentro, Guerrero área rural de Zumpango del río, Ciento sesenta y seis kilómetros al SO (Sud-oeste) de Ciudad de México. Cerca de Chilpancingo. Los periódicos del domingo reportaron dos, tres muertos. Se largó a llover mientras pensaba, dice César Aira en Diario de la hepatitis (1992); se echó el sismo mientras hablaba con el librero de Elena Garro en la Rosario Castellanos.
Me sorprendieron vísperas de navidad y años nuevos en librerías porteñas, pero nunca un tropel de libros deshajados de su anaquél en el piso y una alarma antisísmica en plena conversación en una librería. Hay formas de lo primario cuya ecuación revisita toda cuenta y cuantía, subrayando ese real de lo que carece de cifra. La gente se agolpó con cortes o sin ellos en las banquetas de Condesa y el Hipódromo. Cosas que los catastros no acopian en sus fríos baremos primohermanos de la estadística. Se escuchó a la gente comentar que tronaron herrajes de ventanales. Gozne de aquella aventura que jala a esta palabra fuera de la abstracta mención del príncipe de Dinamarca; un principe vertido sin seísmo. Españolada que arrea de ganado vertirse a las versiones que la ilusión populista del castellano neutro hecha a racimos. Varas de miseria administrada. Ombligo de la prosa que lo real alisará con otras olas y ese revés del entusiasmo aderezado en Caute -por el otro príncipe, el de los filósofos- balde del desapego, para albergar los remos de lo cotidiano.
Hay descripciones que el diario desestabiliza con sus fieras por dentro, narcisismo avisado y desbroce. Freud lo llamó malestar. Aquella que no carga memoria en la posada. Tierra encima invisible. Mármol inédito de una ciudad tras por otra. Ranuras del gris que la escritura levanta de las ruinas del angel del progreso. Barro sin tiempo y por venir deslizado de guión a la barbarie o combustión de la cultura.